Si no quiere leer, esta es la columna en mi propia voz. No leo como lo haría un locutor, me equivoco en ocasiones, pero soy yo mismo, no una voz clonada con inteligencia artificial (puede escucharse cómodamente a 1.5 de velocidad).
Los que me conocen saben bien de mi debilidad por Beethoven.
Debo confesar que el espectro de géneros musicales que suelo escuchar no es muy amplio. Hay muchos melómanos que se mueven con soltura por muchas formas musicales, pero no es mi caso. No es algo de lo que me sienta orgulloso; todo lo contrario: siento algo de envidia por la gente que puede disfrutar a Bach, luego jazz, luego Mozart, luego música africana, luego pop... bueno, ya me entendieron.
La verdad sea dicha, si alguien entra de sorpresa a mi estudio, es muy probable que me encuentre escuchando a Beethoven, o a Handel, o algo de jazz, muy posiblemente desde el «bebop» de los años 50 del siglo pasado, hasta, máximo, el «smooth jazz» o el «neo-bop» de los 80. Debo ser honesto, con las formas más contemporáneas de jazz paso trabajos. Debe ser por mi edad, o porque mi gusto musical es estrecho, o por falta de cultura musical, pero es lo que es.
Aunque todo Beethoven me gusta, razón por la cual debo haber escuchado ya toda su obra varias veces, o al menos la que se ha grabado, por alguna desconocida razón siento predilección por su música coral, por las canciones (lied en singular, lieder en plural) y por los cuartetos.
Bueno. Pensándolo bien, ya me arrepentí de escribir la frase anterior. Sería un sacrilegio dejar de mencionar las sinfonías, los conciertos, toda la música de cámara, la música para vientos, las sonatas para piano, las sonatas para piano y violín y la ópera. ¡Qué va!, también el ballet y las contradanzas. Mejor dicho, no le demos más vueltas. A mí Beethoven me gusta todo, hasta la música incidental y las oberturas. Les juro que esto lo menciono de memoria, es decir, lo que me faltó por enumerar, también me gusta mucho.
«Beethoven es un compositor de cuartetos que también compuso otras cosas». Pierre Baillot, Cuarteto del Conservatorio de París
De todos modos, se cree que algún admirador de Beethoven, que posiblemente fue Pierre Baillot, el violinista francés del siglo XIX, miembro del famoso cuarteto del Conservatorio de París, o cuarteto Baillot-Rode-Kreutzer-Lamare, por sus integrantes, dijo alguna vez algo parecido a: «Beethoven es un compositor de cuartetos que también compuso otras cosas». Debe ser una exageración, o una cita que bien pudo no existir, pero la frase solo intenta enfatizar la importancia de los cuartetos de Beethoven, especialmente los tardíos (12 al 16 y la «Gran Fuga»), como obras maestras que redefinieron el género y transformaron para siempre la música de cámara. Frase o no, esta última afirmación tiene pocos detractores. Los cuartetos de cuerda de Beethoven son una maravilla musical, y los últimos se destacan de forma especial.
Pues bien, aunque la música coral de Beethoven me conmueve hasta las lágrimas, razón por la cual ya hablamos acá de la Missa Solemnis en re mayor, Op. 123, hoy quiero hablarles de los cuartetos de cuerdas, especialmente de uno de ellos, no necesariamente porque sea el mejor, sino porque lo he escuchado varias veces en los últimos días.
Estamos hablando del Cuarteto de Cuerdas No. 15 en La menor, Op. 132, escrito en 1825, solo dos años antes de la muerte del compositor. En algunas publicaciones, y en muchas grabaciones, se llama a este cuarteto «Heiliger Dankgesang», que traduce «Santo canto de acción de gracias». No creo que Beethoven le pusiera nombre al cuarteto entero. Simplemente se le conoce como «Heiliger Dankgesang» porque es el modo abreviado del nombre del tercer movimiento, objeto de esta publicación, por lo que dejaremos esos detalles para un poco más adelante.
Como resulta evidente, estamos hablando de uno de los famosos cuartetos tardíos de Beethoven. Se podría creer que la numeración de los cuartetos, del 12 al 16, se debe al orden cronológico en el que fueron compuestos, pero en realidad, esta numeración coincide mejor con el año en que fueron publicados, por lo que es muy factible que la numeración tenga que ver con decisiones tomadas por los editores de Beethoven y no por el mismo compositor. Lo cierto del caso es que, de los 16 cuartetos, el 15 fue el decimotercero en orden de composición. Saber esto no tiene mayor importancia, pero lo consigno acá como dato curioso para quien pueda tener algún interés. Es incluso muy posible que Beethoven haya trabajado en varias obras de forma simultánea, lo que implica algo de arbitrariedad a la hora de ponerles algún número. Lo que sí me parece importante recalcar es que los cuartetos tardíos fueron todos compuestos entre mayo de 1824 y finales de 1826, pocos meses antes de la muerte de Beethoven.
Los cuartetos tardíos fueron todos compuestos entre mayo de 1824 y finales de 1826, pocos meses antes de la muerte de Beethoven
Quiero destacar esto porque es fundamental: define el momento de la vida de Beethoven en el que decidió componer lo que, para algunos, o para muchos, fueron sus obras maestras. Presten atención a lo siguiente: el Cuarteto de cuerdas No. 12, op. 127, se empezó a componer en 1824, 14 años después del cuarteto anterior (el 11, op. 95). Mucha agua pasó debajo del puente, y mucha madurez en el cerebro de Beethoven, entre el cuarteto 11 y el 12. Esta es la razón por la que los cuartetos tardíos de Beethoven se estudian por separado: es como si fueran dos compositores diferentes, ambos magníficos, pero el de los últimos cuartetos, sencillamente inigualable, eterno, inmortal.
El Cuarteto de Cuerdas No. 15 en La menor, Op. 132 es uno de los tres (12, 13 y 15) encargados a Beethoven por el príncipe ruso Nikolai Golizyn. El señor pagó por ellos, luego no es de extrañar que le fueran dedicados.
Este cuarteto consta de cinco movimientos. El primero, cuya indicación de tempo y carácter es "Assai sostenuto", fue pensado para que se tocara de manera muy sostenida (por supuesto), con cada nota prolongada y conectada, dando un sentido de continuidad y manteniendo el sonido sin interrupciones abruptas. De allí se derivan la solemnidad y profundidad emocional del inicio del cuarteto, que nos avisa de entrada que estamos frente a algo muy especial, que sale de muy adentro del alma del compositor. El segundo movimiento, "Allegro ma non tanto", aumenta un poco el tempo, que se torna un poco más rápido y enérgico, pero no demasiado. La idea era un tempo vivaz y alegre, pero relativamente contenido, para mantener la claridad y la precisión. Los instrumentos ya no parecen luchar entre ellos, sino que empiezan a interactuar. El cuarto movimiento, "Alla marcia, assai vivace", es una especie de marcha con un tempo enérgico y algunos pasajes articulados en staccato, o sea, con notas cortas y separadas que contribuyen al carácter rítmico y vivaz de la marcha, que parece recuperar la alegría en la obra. ¿La había perdido? Ya veremos. El último movimiento, el quinto, "Allegro appassionato", uno de los tempos más comunes en la música clásica, tiene, como es obvio, un ritmo vivo, animado, emotivo e intenso. Acá el chelo, la viola y el primer violín se complementan para crear un motivo recurrente sobre el que el segundo violín toca una melodía que casi parece una voz. De hecho, en alguna parte leí que Beethoven, en algún momento, consideró este tema para el último movimiento de la novena sinfonía. Así de estremecedor es. Hacia el final, el tempo aumenta y aparece otro tema que anuncia un final feliz para uno de los más bellos cuartetos de cuerda que he escuchado jamás.
Beethoven, en algún momento, consideró este tema para el último movimiento de la novena sinfonía
¿Se me pasó el tercer movimiento? No señor. Lo dejé para lo último porque probablemente sea el centro de esta monumental obra musical. Al menos así me lo parece. Por algo es tan famoso.
El tercer movimiento del Cuarteto de Cuerdas No. 15 en La menor, Op. 132 fue agregado por Beethoven con un nombre: «Heiliger Dankgesang eines Genesenen an die Gottheit, in der lydischen Tonart», que traduce «Canto de acción de gracias de un convaleciente a la divinidad, en modo lidio».
Cuenta la leyenda que Beethoven estaba muy enfermo en abril de 1825, cuando componía esta obra. Cuando se sintió mejor, quiso escribir una obra para agradecerle a su médico, el Dr. Anton Braunhofer, que era como una especie de «médico naturalista», defensor de lo que se conocía como «la escuela de medicina de Viena», que promovía la idea de activar las propias fuerzas de curación del cuerpo mediante el reposo. Mejor dicho, no creo que el Dr. Braunhofer haya tenido la culpa de la mejoría de Beethoven, pero como suele suceder todavía, el paciente pensó que sí, y le compuso un canon a su médico, como agradecimiento por sus servicios. Un canon es una composición en la que una melodía inicial es repetida e imitada por una o más voces en diferentes momentos, lo que crea una textura polifónica. Ese canon se conserva como el WoO 189 («Doktor sperrt das Tor dem Tod» o «El médico cierra la puerta a la muerte»). Las obras de Beethoven que se clasifican como WoO pertenecen a un grupo de composiciones que no fueron incluidas en la numeración oficial de sus obras, publicadas durante su vida o inmediatamente después de su muerte. «WoO» es una abreviatura del alemán «Werke ohne Opuszahl», que se traduce como «obras sin número de opus». De todos modos, el WoO 189 es una obra medio en broma. De hecho, una de las versiones que escucho, del sello Naxos (Qobuz la tiene en formato FLAC, 88.2 KHz y 24 bits), dura solo un poco más de un minuto y está en un álbum denominado «Beethoven Cánones y bromas musicales».
Todo parece indicar que Beethoven estaba mucho más agradecido de lo que el canon sugería, y así nació el tercer movimiento del Cuarteto de Cuerdas No. 15 en La menor, Op. 132. Si uno mira bien el título de este movimiento, lo más probable es que Beethoven le estuviera agradeciendo a Dios por su curación, y no tanto al famoso médico. Tampoco tenía razón, pero por lo menos una deidad se merecía más semejante dedicatoria que un médico que formulaba... reposo.
El tempo y carácter de este movimiento están marcados como "Molto adagio", indicando un tempo muy lento. La interpretación debe ser pausada, serena y tranquila, para que tanto intérpretes como oyentes se puedan sumergir hasta el fondo en los detalles de la música, que en este caso es solemne, meditativa y a la vez espectacular.
Pero quizás una de las particularidades más destacadas de esta maravilla de movimiento musical es que fue escrito en modo lidio
Pero quizás una de las particularidades más destacadas de esta maravilla de movimiento musical es que fue escrito en modo lidio, una palabrita que aparece casi de adorno al final del nombre que Beethoven le dio al movimiento. Pues bien, no es una palabrita cualquiera y vale la pena que le demos una corta mirada a esto.
Los «modos» son escalas que proporcionan diferentes tonos y caracteres a las composiciones. Hay siete modos principales en la música occidental, que se derivan de las escalas musicales básicas (conjuntos de siete notas que siguen una secuencia específica de tonos y semitonos, y que son la base de la música tonal occidental). Estos modos son el Jónico, Dórico, Frigio, Lidio, Mixolidio, Eolio y Locrio. Se les dice «modos griegos» porque fueron desarrollados por los teóricos griegos y formaron la base del sistema musical de la Grecia antigua.
Parece complicado, porque lo es. No vayan a creer que yo soy experto en estas cosas. Me tocó ponerme a estudiar, y lo que están leyendo es solo una compilación, que hago con todo el cuidado posible, de varias horas de investigación y lectura. El resultado solo pretende motivarlos a escuchar esta maravilla de composición, y ojalá, a partir de allí, muchas otras. Si hay errores o imprecisiones es solo culpa mía. Si los detectan, presento disculpas de antemano. Hice mi mejor esfuerzo y hasta le consulté a un experto.
Empecemos en orden. Decíamos que una escala musical es una secuencia ordenada de notas que se organizan de acuerdo con una estructura específica de intervalos de tonos y semitonos. Hay varios tipos de escalas que no voy a enumerar. Lo que interesa saber ahora es que una de ellas es la «escala mayor», cuya estructura es Tono, Tono, Semitono, Tono, Tono, Tono, Semitono. Pues bien, la escala del modo lidio, conocido por tener un tono distintivo y luminoso, se basa en la escala mayor, pero se diferencia ligeramente porque tiene un cuarto grado aumentado (que es lo mismo que decir que la cuarta nota de las siete de la secuencia está aumentada un semitono). Siendo así, la estructura de la escala usada en el modo lidio es Tono, Tono, Tono, Semitono, Tono, Tono, Semitono.
Aclaración: cuando uno enumera una secuencia, de esta manera, lo que en realidad está diciendo es qué distancia (o intervalo) hay entre un grado y el siguiente. Por ejemplo, en la escala mayor, el hecho de que la primera nota sea un Tono, lo que en realidad significa es que, entre el primer grado y el segundo grado, hay un tono entero de distancia. Si seguimos, diríamos que, en la misma escala mayor, la distancia entre el segundo grado y el tercero también es un tono. Si nos cambiamos al modo lidio, al aumentar el cuarto grado se nos cambia de forma automática la distancia entre el tercero y el cuarto grados. Por esta razón, la secuencia quedaría con un Tono en el tercer lugar de la escala, que significa que la distancia entre el tercer grado y el cuarto aumentó un semitono (porque subimos el cuarto). El cuarto grado quedaría como semitono, indicando que la distancia entre el cuarto y el quinto grado disminuyó a un semitono, como consecuencia lógica de la modificación, o aumento, del cuarto grado.
Como el movimiento del que estamos hablando fue compuesto en Fa mayor, modo lidio, la secuencia de notas es Fa (tónica), Sol, La, Si (el cuarto grado aumentado, es decir, Si natural en lugar de Si bemol), Do, Re, Mi, volviendo luego a Fa, que para algo es la tónica.
En este caso, el Si es la nota que define el carácter lidio de la escala
Como el modo lidio se caracteriza por tener un cuarto grado aumentado en comparación con la escala mayor correspondiente, en este caso, el Si es la nota que define el carácter lidio de la escala.
Eso, más o menos, describe los aspectos técnicos del asunto. Lo realmente importante es que, al escribir en modo lidio, Beethoven logró imprimirle a la obra un carácter sereno y místico y una atmósfera elevada y brillante, perfecta para expresar agradecimiento. Escuchen el movimiento. Es increíble cómo Beethoven logró crear una atmósfera etérea y trascendental. El modo lidio de este movimiento le añade una capa de sofisticación y novedad al cuarteto. Como Beethoven alterna entre secciones de "Molto adagio" (muy lento) y secciones más vivaces y esperanzadoras, el modo lidio ayuda a acentuar estos contrastes, resaltando tanto la serenidad como la alegría que regresa, reflejando así que Beethoven sentía que se estaba mejorando de su enfermedad.
Beethoven recurrió al modo lidio en otras obras, incluyendo la Missa Solemnis (donde lo empleó con sutileza), pero en este cuarteto, en el tercer movimiento, como decimos los legos, «la sacó del estadio». La verdad es que Beethoven utilizaba los modos griegos de forma muy particular, como un recurso armónico para crear variedad y contraste dentro de una tonalidad establecida. ¡Genio total!
Pues bien, espero que vayan entendiendo por qué, que este movimiento, el tercero del Cuarteto No. 15, es considerado uno de los más profundos y emotivos de Beethoven. Capta su lucha personal y su renacimiento espiritual y es un símbolo de resiliencia y gratitud. Mucho se ha escrito sobre estos 16 minutos de música incomparable, pero me parece suficiente citar al poeta y premio Nobel griego Yorgos Seferis (1900-1971), quien escribió en su diario: «Estoy atónito; he conocido a muchos melómanos, y ninguno me dijo que Beethoven había expresado de modo tan palpable la madurez del hombre ante la muerte».
La versión que estoy escuchando del Cuarteto de Cuerdas No. 15 en La menor, Op. 132 de Beethoven (tengo varias en mi librería, como podrán suponer), es del «Tokyo String Quartet», del sello harmonia mundi, publicada el 12 de octubre de 2010. Como la grabación original salió en SACD (Super Audio CD), pude conseguir una versión digital en formato DSD 64 (2´822,400 muestras por segundo, a 1 bit), que guardo como un tesoro en un par de mis discos duros. Sin lugar a ninguna duda, el «Tokyo String Quartet» ocupa un lugar muy destacado para la mayoría de los expertos, de modo que cualquier comparación que pueda hacerse es simplemente en grados de excelencia.
Mejor escuchar a Juan José que leerlo, aún en temas en los que la mayoría somos ignorantes como las secuencias en las composiciones de LVB o de la música Clásica, Mucho mejor en Castellano , lengua que muchos en esta tierra ya conocen y admiran.
Qué excelente entrada JuanJo. Aquí disfrutando del tercer movimiento del cuarteto 15...